La planificación inversa: planificar a partir del final

Es práctica común a la hora de planificar, que primero seleccionemos los objetivos que queremos cumplir, luego diseñamos las actividades y finalmente nos planteamos la forma en la que evaluamos el aprendizaje. Sin embargo, cuando yo planifico una fiesta, por poner un ejemplo un poco más lúdico, el proceso de preparación no parte del objetivo de "socializar con mis amigos" si no del final, es decir de la decisión de organizar una fiesta. Luego, para que la fiesta sea un éxito, me plantearé preguntas del tipo a quién invitar, en qué fecha, qué poner para comer, etc. Pero siempre será el final del proceso (celebrar una fiesta) será la base sobre la que organice los diferentes "pasos" que tendré que dar para organizar el evento: llamar por teléfono para invitar, buscar una receta, hacer la lista de la compra, etc. ¿Y si este proceso inverso se pudiera aplica también a la enseñanza?

En ese caso, el proceso de planificación partiría de lo que quiero conseguir que mis alumnos hagan, por ejemplo que sepan presentar su punto de vista sobre un determinado tema de actualidad, razonando sus opiniones y basándolas en datos. El siguiente paso consistiría en refinar este objetivo final un poco para identificar el nivel al que aspiramos, es decir cuánta complejidad debe tener el tema, cuál debe ser la duración de la presentación, qué tipo de estructura debe tener, qué tipo de datos se pueden utilizar y qué tipo de lenguaje busco que el alumno utilice. Estos serían los criterios de éxito del aprendizaje. 

Una vez que tengo claro hacia dónde vamos y qué significa esto que queremos alcanzar, puedo plantearme cómo llegar a ello. Lo ideal sería que esta planificación partiera de la evaluación de lo que el alumno ya sabe, para, a partir de allí, identificar lo que todavía tiene que aprender o practicar: por ejemplo, en el caso de la presentación, tendría que aprender las funciones lingüísticas necesarias para expresar su punto de vista y para dar razones; tendría que aprender el vocabulario relacionado con el tema en el que se va a centrar; aprender a estructurar una presentación (qué va primero y qué después), pero también cómo localizar los datos relevantes, cómo referirse a ellos, etc. Y esto que tiene que aprender y practicar constituye el contenido de las actividades que haremos en el aula, de manera que todo lo que se hace tenga una relevancia desde el punto de vista de la tarea final. De esta manera, todo el aprendizaje a lo largo de las sesiones que dediquemos a este fin estarán enfocados a la tarea final, y de este modo es relevante, significativo y útil. 




Podría parecer que esto de la planificación inversa no es más que darle la vuelta al proceso para presentarlo como novedoso, pero lo cierto es que es diferente porque:

(1) pasa de un enfoque desde la necesidad de cubrir los objetivos a uno centrado en la enseñanza: ¿qué quiero que aprendan mis alumnos?
(2) aclara desde el principio cuáles son los criterios de evaluación, es decir cuándo puedo decir que mis alumnos han aprendido lo que tenía previsto
(3) al hacerlo identifica las áreas o los aspectos en los que los estudiantes necesitan trabajar, de manera que dejamos de "hacer actividades" para empezar a construir habilidades y conocimientos
(4) me obliga a partir de lo que los alumnos ya saben y no saben hacer para planificar mis actividades, lo cual implica que planifico desde la perspectiva de los estudiantes

En palabras de una profesora que ha empezado a utilizar esta forma de planificar "Este tipo de planificación me ha permitido tener mayor claridad de lo que quiero enseñar y del tipo de actividad que debo desarrollar para ello. Además, las evaluaciones se han vuelto más coherentes y el resultado de los estudiantes así lo refleja".

Comments

Popular posts from this blog

Scaffolding

Process writing

Organizadores gráficos: una herramienta para el andamiaje